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El Debate Gay: La Biblia y la homosexualidad por Matthew Vines.
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"Bueno, me gustaría empezar dándoles las gracias a todos por venir esta noche y por estar interesados en aprender más sobre este tema – se los agradezco mucho. También quiero dar las gracias a la Iglesia Metodista Unida de College Hill por acoger cordialmente este evento. Mi nombre es Matthew Vines, tengo 21 años y soy un estudiante en la universidad, aunque he estado ausente durante la mayor parte de los últimos dos años con el fin de estudiar el material que les voy a presentar esta noche. Nací y crecí aquí en Wichita, en un hogar cristiano lleno de amor y en una comunidad cristiana que sostiene la interpretación tradicional de las Escrituras sobre este tema.
Sólo para ofrecer una breve reseña de esta presentación: Voy a empezar considerando algunas de las cuestiones más amplias y las divisiones que están detrás de este debate, luego examinaré con más detalle los principales textos bíblicos que están involucrados en ella; y posteriormente voy a ofrecer algunos comentarios finales. El tema de la homosexualidad, de la ordenación de clérigos homosexuales y de la bendición de uniones del mismo sexo, ha causado enormes divisiones en la iglesia en las últimas décadas, y la Iglesia continúa sustancialmente dividida sobre el tema hasta hoy. Por un lado, las razones más comunes expresadas por los que buscan cambiar la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre la homosexualidad son: La aceptación, la inclusión y el amor. Mientras quienes se oponen a estos cambios expresan su preocupación sobre: la pureza sexual, la santidad y lo más fundamental, el lugar de las Escrituras en nuestras comunidades. ¿Continuamos sosteniendo la Biblia como fuente fidedigna y tomando las enseñanzas bíblicas de manera seria, aunque nos incomoden?
Quiero comenzar esta noche retomando la interpretación tradicional de las Escrituras sobre el tema, en parte porque sus conclusiones tienen una historia mucho mayor dentro de la Iglesia, y también porque creo que muchos de los que se adhieren a esta perspectiva consideran que los que están abogando por una nueva aún no han proporcionado argumentos teológicos que sean tan fundamentados en las Escrituras como los propios, y en tal caso la posición más bíblicamente correcta debe prevalecer.
La interpretación tradicional, en forma resumida, es la siguiente:
Hay seis pasajes en la Biblia que se refieren de alguna manera a las conductas entre el mismo sexo, y todos ellos son negativos. Tres de los cuales son claros y directos. En Levítico del Antiguo Testamento, las relaciones sexuales entre hombres son prohibidas y llamadas una “abominación.” Y en el Nuevo Testamento, en Romanos, Pablo habla de las mujeres “intercambiando las relaciones naturales por las no naturales” y los hombres abandonando “las relaciones naturales con las mujeres y cometiendo actos vergonzosos con otros hombres.” Y así, de acuerdo con la interpretación tradicional, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento coinciden en su rechazo a las relaciones entre el mismo sexo. Son solamente estos tres versículos y otros tres de los que hablaré más adelante. Es cierto que 6 versículos no son muchos a comparación de los 31,000 de las Escrituras. Pero no sólo son todos negativos, desde las perspectiva tradicional, adquieren un significado más amplio y coherencia en los primeros capítulos del Génesis, en los cuales Dios crea a Adán y Eva, masculino y femenino. Esa fue la creación original, antes de la caída y antes que el pecado entrara en el mundo. Se suponía que las cosas debían ser así. Y así, de acuerdo con esta perspectiva, si alguien es gay, entonces su orientación sexual es un signo de la caída, un signo de la caída humana y el quebrantamiento. Se suponía que las cosas no debían ser así. Y aunque tener una orientación homosexual no es en sí un pecado, según la interpretación tradicional, actuar según ella sí lo es, porque la Biblia es clara, tanto en lo que prohíbe negativamente y en lo que aprueba positivamente. Los cristianos que son gay, los que sólo son atraídos a los miembros del mismo sexo, son llamados a abstenerse de actuar según su orientación, a negarse a sí mismos, a tomar su cruz y seguir a Cristo. Y aunque nos parezca injusto, los métodos de Dios son más altos que los nuestros, y no es nuestro rol cuestionar, sino obedecer.
Dentro de este marco, la gente gay tiene un problema, y es que quieren tener relaciones sexuales con las personas equivocadas. Ellos tienden a ser vistos como seres esencialmente lujuriosos y sexuales. Así, mientras los heterosexuales se enamoran, se casan, y forman sus familias, los gays sólo tienen relaciones sexuales. Pero todos tienen una orientación sexual – y esta no se trata sólo de sexo. Los heterosexuales no están realmente obligados a considerar su orientación sexual como una característica distintiva, pero sigue siendo una parte de ellos, e influye en grandes partes de sus vidas. Para los heterosexuales la orientación sexual es su capacidad de amar románticamente y entregarse al otro. No es sólo la atracción y comportamiento sexual. Es gracias a nuestra orientación sexual que somos capaces de enamorarnos de alguien para construir una relación sentimental comprometida y de largo plazo con el fin de formar una familia. La familia no es sólo sobre el sexo, pero para muchos de nosotros sigue siendo necesario tener compañía, un cónyuge. Y eso es cierto para la gente gay como para los heterosexuales. Eso es lo que la orientación sexual también significa para ellos. Los gays tienen la misma capacidad que las personas heterosexuales para amar románticamente y auto-entregarse. El vínculo emocional que comparten las parejas gay y la calidad de su amor es idéntica a las de las parejas heterosexuales. Los gays, al igual que la mayoría de nosotros, han crecido en familias, y ellos también desean formar a futuro la suya.
Pero la consecuencia de la interpretación tradicional de la Biblia es que, mientras se les pide a los heterosexuales evitar la lujuria, las relaciones ocasionales, y la promiscuidad, a los gays se les pide evitar por completo las relaciones románticas. La sexualidad de los heterosexuales es vista como algo fundamentalmente bueno, como un regalo. Se puede utilizar de maneras pecaminosas e irresponsables, pero también puede ser aprovechada y orientada hacia una relación matrimonial amorosa, bendecida y celebrada por su comunidad. Pero a los gay, a pesar de que tienen la capacidad de amar y desean relaciones de amor con la misma importancia para ellos, se les dice que incluso una relación comprometida para toda la vida sería pecaminosa, porque su orientación sexual está completamente equivocada. No es una cuestión de lujuria contra el amor, o de relaciones ocasionales contra relaciones comprometidas, porque las relaciones del mismo sexo son intrínsecamente pecaminosas sin importar la calidad ni el contexto. La orientación sexual de las personas gay está tan equivocada y tan en mal estado que nada bueno puede provenir de ellas: Ninguna relación moral, buena o divina. Además se les dice que nunca tendrán un vínculo romántico celebrado por su comunidad y que nunca tendrán una familia.
Filipenses 2,4 nos dice que no sólo miremos nuestros propios intereses, sino también a los intereses de los demás. Y en Mateo 5, Jesús enseña que si alguien te hace ir una milla, que vayas con ellos a dos millas. Y por eso le voy a preguntar: ¿Te pondrías en mis zapatos por un momento y caminas conmigo una milla, incluso si eso te hace sentir un poco incómodo? Yo soy gay. Yo no elegí ser gay. No es algo que yo habría elegido, no porque necesariamente sea algo malo serlo, sino porque es extremadamente inconveniente, estresante y difícil, porque ser diferente te hace sentir aislado, solo, incomprendido y no aceptado. Yo crecí en el hogar y con la familia más estable y llena de amor que podría imaginar. Amo a mis padres y tengo una buena relación con los dos. Nadie abusó de mí mientras crecí y no podría pedir una familia que me haya dado más apoyo y una niñez tan gratificante como la que tuve. Nunca he tenido novio y siempre he creído en la abstinencia hasta el matrimonio. Pero también tengo un deseo profundamente arraigado de casarme, compartir mi vida con alguien más y formar mi propia familia.
Sin embargo, según la interpretación tradicional de las Escrituras, como cristiano, estoy excluido completamente de la posibilidad de amar, de tener compañía y formar una familia. Pero a diferencia de alguien que siente un llamado de Dios al celibato, o a diferencia de una persona heterosexual que simplemente no puede encontrar a la pareja adecuada, yo no siento un llamado especial al celibato y podría más adelante encontrar a alguien a quien llegue a amar y con quien me gustaría pasar el resto de mi vida. Pero si eso llegara a suceder, a raíz de la interpretación tradicional, si yo me enamorara de alguien y esos sentimientos fueran correspondidos, mi única opción sería la de marcharme, romper mi corazón y refugiarme en la soledad. Y esto no sería una angustia de una sola vez. Continuaría a lo largo de toda mi vida. Cada vez que conozca a alguien cuya compañía me guste, tendré miedo que me guste demasiado, y que pueda llegar a amarlo. Y dentro de la interpretación tradicional de las Escrituras, enamorarse es una de las peores cosas que podrían sucederle a una persona gay. Debido a la angustia, cada vez tienes que evitarlo y eso ocurrirá cada vez que le tomas mucho cariño a alguien. Permanecerás solo, mientras que ves a tus amigos enamorarse, casarse y formar familias. No podrás compartir la alegría de tener un cónyuge y tus propios hijos. Siempre vas a estar solo.
Algunos podrán decir, lo siento mucho, de verdad es triste. Pero no es posible poner tus experiencias sobre la autoridad de las Escrituras para ser feliz. El cristianismo no se trata de ser feliz. No se trata de la autorrealización personal. El sacrificio y el sufrimiento son parte integral de la vida de Cristo, y como cristianos, estamos llamados a negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguirle. Eso es cierto. Pero eso supone que no hay ninguna duda sobre la exactitud de la interpretación tradicional de las Escrituras sobre el tema, lo cual estoy a punto de explorar. Ya se han presentado dos problemas importantes con esa interpretación. El primero es: En Mateo 7, en el Sermón de la Montaña, Jesús nos advierte contra los falsos maestros, y ofrece un principio que puede ser utilizado para distinguir las buenas enseñanzas de la malas enseñanzas. Por sus frutos, los conoceréis, dice. Todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no puede dar fruto bueno. Las buenas enseñanzas, de acuerdo a Jesús, tienen buenas consecuencias. Eso no quiere decir que la enseñanza cristiana sea o deba ser fácil, de hecho, muchos de los mandamientos de Jesús no son nada fáciles: Poner la otra mejilla, amar a nuestros enemigos, dar la vida por la de los amigos. Pero todos esos son actos profundos de amor que reflejan el amor de Dios por nosotros y afirman fuertemente el valor de la vida y de los seres humanos. Las buenas enseñanzas, incluso cuando son muy difíciles, no son destructivas para la dignidad humana. No conducen a la destrucción emocional y espiritual, y la pérdida de la autoestima. Para los gay, esas han sido las consecuencias de las enseñanzas tradicionales sobre la homosexualidad. No han dado buenos frutos en sus vidas y les ha causado un dolor y sufrimiento incalculable. Si estamos tomando en serio a Jesús, que la fruta mala no puede venir de un árbol bueno, entonces eso debe llevarnos a cuestionar si la enseñanza tradicional es la correcta.
El segundo problema que se ha presentado con la interpretación tradicional proviene de los primeros capítulos del Génesis, desde el relato de la creación de Adán y Eva. Esta historia se cita a menudo para argumentar en contra de la bendición de uniones del mismo sexo: en el principio, Dios creó un hombre y una mujer, y dos hombres o dos mujeres sería una desviación de ese diseño. Pero esta historia bíblica merece mayor atención. En los dos primeros capítulos del Génesis, Dios crea los cielos y la tierra, las plantas, los animales, el hombre, y todo en la tierra. Y declara toda la creación buena o muy buena, excepto por una cosa. En Génesis 2,18, Dios dice: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.” La ayuda idónea que Dios hace para Adán es Eva, una mujer. Y una mujer es la compañía adecuada para la gran mayoría de los hombres… de los hombres heterosexuales. Pero este no es el caso para los hombres gay. Para ellos, una mujer no es una compañía adecuada. Y así como una mujer es la compañía adecuada para los hombres heterosexuales, para los hombres gay un hombre es la compañía adecuada. Y lo mismo es cierto para las mujeres lesbianas. Para ellas, otra mujer lesbiana es la compañía adecuada. Pero la consecuencia necesaria de la enseñanza tradicional sobre la homosexualidad, es que aunque los gay tengan parejas adecuadas, ellos deben de rechazarlas, y vivir solos por el resto de sus vidas, sin un cónyuge o familia propia. Ahora estamos declarando buena la primera cosa que Dios declaró mala en las Escrituras: El hombre no debe verse obligado a estar solo. Y el fruto que esta enseñanza ha dado es muy hiriente y destructivo.
Esto es un problema muy importante. Al sostener la interpretación tradicional, estamos contradiciendo las propias enseñanzas de la Biblia: la Biblia enseña que no es bueno que el hombre se vea obligado a estar solo, y sin embargo, eso es lo que estamos enseñando. La Escritura dice que las buenas enseñanzas darán buenos frutos, pero ahora ocurre lo contrario, y decimos que no es un problema. Algo está mal, fuera de lugar. Y es a causa de estos problemas y contradicciones que más y más cristianos han reexaminado estos 6 versículos de las Escrituras que se han utilizado para basar una condena absoluta a las relaciones entre el mismo sexo. ¿Podemos echar un vistazo más de cerca a estos versículos y ver qué podemos aprender de un mayor estudio de ellos?
¿Cuáles son estos 6 versículos? Hay tres en el Antiguo Testamento y tres en el Nuevo Testamento, así que voy a ir en el orden de aparición en las Escrituras. En el Antiguo Testamento, tenemos la historia de la destrucción de Sodoma y Gomorra en Génesis 19, así como dos prohibiciones en Levítico 18 y 20. Y en el Nuevo Testamento, tenemos un pasaje de Pablo en Romanos 1, así como dos términos griegos en 1ª Corintios 6 y 1ª Timoteo 1.
Para iniciar, echemos un vistazo a Génesis 19, la destrucción de Sodoma y Gomorra. En Génesis 18, Dios y dos ángeles se presentan en forma de hombres para visitar a Abraham y Sara en su morada junto al Mar Muerto. Abraham y Sara todavía no se dan cuenta quienes son, mas no obstante muestran su generosa hospitalidad. A mitad del capítulo, Abraham comienza a reconocer a Dios, y Él le dice “[e]l clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande y su pecado tan grave que iré hacia abajo para ver si lo que han hecho es tan malo como el clamor que ha llegado hasta mí.” El sobrino de Abraham, Lot, y la familia de Lot, vivían en Sodoma, por lo que Abraham le pide a Dios que no destruya la ciudad si encuentra hasta 10 personas justas allí.
Al inicio del siguiente capítulo, en Génesis 19, llegan los dos ángeles a Sodoma, todavía en la forma de hombres. Lot les invita a pasar la noche en su casa, y les prepara comida. Sin embargo, comenzando en el versículo 4, leemos lo siguiente: “Aún no se habían acostado cuando los hombres de la ciudad de Sodoma rodearon la casa. Todo el pueblo sin excepción, tanto jóvenes como ancianos, estaba allí presente.” Y llamaron a Lot: “¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos acostarnos con ellos!” Lot salió a su encuentro, cerró la puerta tras el y les dijo: “No, mis amigos. No hagan esta cosa mala. Yo tengo dos hijas que nunca se han acostado con un hombre. Permítanme traérselas, para que puedan hacer lo que quieran con ellas. Pero no hagan nada a estos hombres, porque ellos han venido bajo la protección de mi techo.”
Sin embargo, los hombres siguen amenazando, por lo que los ángeles los golpean con ceguera. Luego Lot y su familia huyen de la ciudad y Dios destruye a Sodoma y Gomorra con fuego y azufre. Originalmente la destrucción de Sodoma y Gomorra no se consideraba relacionada con la sexualidad, incluso si existe un componente sexual en el versículo que acabamos de leer. Fue a partir de la Edad Media que comenzó a ser ampliamente aceptado que el pecado de Sodoma, la razón por la que Sodoma fue destruida, fue la homosexualidad en particular. Esta interpretación dominó durante siglos, dando lugar al término en inglés “sodomía,” lo cual técnicamente se refiere a cualquier forma de comportamiento sexual no procreativo, pero en varios momentos de la historia, se ha referido principalmente a las relaciones sexuales entre hombres. Pero esta ya no es la interpretación predominante del pasaje, y que las sociedades lo hayan asociado con la homosexualidad simplemente no quiere decir que eso es lo que la Biblia enseña. En el pasaje, los hombres de Sodoma amenazan con una violación colectiva a los ángeles que visitaban a Lot, quienes habían llegado en forma de hombres, y este comportamiento en apariencia es una relación sexual entre el mismo sexo. Pero esa es la única conexión que puede establecerse entre el pasaje y la homosexualidad en general, y existe una gran diferencia entre las acciones violentas y coercitivas con las relaciones consensuales, monógamas y amorosas. Nadie en la Iglesia o en ningún otro lado aboga por la aceptación de la violación en grupo; esto es muy diferente a lo que estamos hablando.
Algunos sostienen que los hombres de Sodoma eran homosexuales porque querían violar a otros hombres. Y que fueron sus deseos homosexuales y no la amenaza de violación los que Dios estaba castigando. Pero la violación colectiva de hombres hacia hombres fue utilizada como táctica común de humillación y agresión durante la guerra y otros contextos hostiles de los tiempos antiguos. No tenía nada que ver con la orientación sexual o la atracción; el punto era humillar para vencer. Ese es el contexto apropiado para la lectura de este pasaje de Génesis 19, el cual, notoriamente, es un contraste a dos relatos de generosa acogida y hospitalidad: el de Abraham y Sara en Génesis 18, y la muestra de hospitalidad de Lot en el mismo Génesis 19. Las acciones de los hombres de Sodoma pretenden resaltar su trato cruel a los extranjeros, y no decirnos que eran homosexuales.
Y de hecho, en los siguientes libros de la Biblia se hace referencia 20 veces a Sodoma y Gomorra, algunas veces con explicaciones detalladas de sus pecados, pero la homosexualidad nunca es conectada con ellos. En Ezequiel 16,49, el profeta cita a Dios diciendo: “Tu hermana Sodoma y sus aldeas pecaron de soberbia, gula, apatía, e indiferencia hacia el pobre y el indigente.” Así que el mismo Dios en Ezequiel declara que el pecado de Sodoma fue la arrogancia y la apatía hacia los pobres. En Mateo 10 y Lucas 10, Jesús asocia el pecado de Sodoma con el tratamiento hostil a sus discípulos. De todas las 20 referencias a Sodoma y Gomorra en el resto de las Escrituras, sólo una relaciona sus pecados con las transgresiones sexuales en general. El libro del Nuevo Testamento de Judas, versículo 7, dice que Sodoma y Gomorra “cometieron inmoralidades y perversiones sexuales.” Pero hay muchas formas de inmoralidad y perversión sexual, e incluso si Judas 7 se considerara como referencia específica a la amenaza de violación colectiva de Génesis 19,5, veríamos que no tiene nada que ver con el tipo de relaciones de las que estamos hablando.
Ahora los estudiosos de ambos bandos del debate reconocen que el relato de Sodoma y Gomorra no ofrece suficiente evidencia bíblica para sustentar la creencia de que la homosexualidad es un pecado. Pero los siguientes dos versos de Levítico son citados comúnmente para sostener ese pensamiento: “No te echarás con varón como con mujer: es abominación.” Ciertamente se puede afirmar que son de mayor relevancia a nuestro tema que la violación colectiva, por lo que merecen de nuestro estudio cuidadoso. Hagamos una pausa un momento y démosle un poco de contexto: Levítico es el tercer libro de la Biblia. Tenemos Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Desde Éxodo hasta Deuteronomio, Dios entrega las 613 reglas de la Ley a los Israelitas.
El libro del Levítico se ocupa principalmente de cuestiones relacionadas con las prácticas ceremoniales de culto apropiados en el tabernáculo: las distintas ofrendas y la forma de prepararlas, los alimentos puros e impuros, las enfermedades y fluidos corporales, los tabúes sexuales, y las reglas para los sacerdotes. El capítulo 18 del Levítico contiene una lista de prohibiciones sexuales, y el capítulo 20 le sigue con una lista de los castigos. En estos capítulos se prohíben las relaciones sexuales entre hombres, y el castigo para los que rompan la regla es la muerte. En específico los versículos son: Levítico 18,22 y 20,13. Y dicen: “No te echarás con varón como con mujer: es abominación.” Y 20,13 continúa diciendo: “Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre.”
Bueno, ahí lo tenemos. Para muchos, aquí termina el debate bíblico. Es sorprendente que tantas personas sigan creyendo que estos versículos de Levítico son de alguna manera el centro del debate teológico sobre la homosexualidad. De hecho, los versículos son de importancia secundaria al pasaje de Pablo en Romanos 1. La razón no es que su significado sea vago, pero su contexto en la ley del Antiguo Testamento los hace inaplicables a los cristianos. Gran parte del Nuevo Testamento trata sobre el lugar de la antigua ley en la iglesia cristiana. Como los gentiles estaban siendo incluidos por primera vez primera en lo que antes era una fe exclusivamente judía, se armaron fuertes debates y divisiones entre los primeros judíos cristianos acerca de si los gentiles conversos tendrían que seguir la Ley, con sus más de 600 normas. En Hechos 15, vemos que el debate se resolvió de la siguiente manera. En el año 49 dC, los primeros líderes de la iglesia se reunieron en lo que se llamó el Concilio de Jerusalén, y decidieron que la antigua ley no sería obligatoria para los creyentes gentiles. Los aspectos culturales más distintivos de la antigua ley eran el complejo reglamento de los Israelitas para cumplir la dieta kosher y la práctica de la circuncisión masculina. Pero después del Concilio de Jerusalén, incluso esas partes centrales de la identidad israelita no se aplicaron a los cristianos. Aunque es un argumento común en la actualidad, no hay razones que lleven a pensar que estos dos versículos de la antigua ley en Levítico sean aplicables a los cristianos, incluso si otras partes de la Ley no lo son.
En Gálatas 6, Pablo expresó que en Cristo, ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen significado alguno. Él habla de la antigua ley como un “yugo de esclavitud” y advierte a los cristianos a no ser agobiados por ella. En Colosenses 2, Pablo escribe que a través de Cristo, Dios “nos perdonó todos los pecados y anuló la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz.” En los Evangelios, Jesús se describe como el cumplimiento de la Ley, y en Romanos 10,4, Pablo escribe que “Cristo es el fin de la ley.” Hebreos 8,13 dice que el antiguo pacto se ha “declarado obsoleto,” porque Cristo es la base de la nueva alianza, liberando a los Cristianos de la Antigua Ley, de la cual la mayor parte era para los antiguos israelitas, su comunidad y sus prácticas propias de adoración. Los cristianos siempre han considerado el libro de Levítico como inaplicable para ellos debido al cumplimiento de Cristo de la ley. Si bien es cierto que Levítico prohíbe las relaciones sexuales entre hombres, también prohíbe otra gran variedad de otras conductas, actividades y alimentos que los cristianos nunca han considerado prohibidos. Por ejemplo, el Levítico 11 prohíbe el consumo de carne de cerdo, camarones y langosta, cosa que la Iglesia no considera como un pecado. El Capítulo 19 prohíbe la plantación de dos tipos de semillas en un mismo campo, el uso de ropa tejida con dos tipos de tejido, y cortarse el pelo a los lados de la cabeza. Los cristianos nunca han considerado estas cosas como pecado, porque la muerte de Cristo en la cruz liberó a los cristianos de lo que Pablo llamó el “yugo de la esclavitud.” No estamos sujetos a la antigua ley.
Sin embargo la antigua ley contiene algunas reglas que los cristianos continúan observando, por ejemplo, los Diez Mandamientos Por lo que algunos argumentan que Levítico 18,22 y 20,13, las prohibiciones de las relaciones sexuales entre el mismo sexo, deben ser una excepción a la regla, y que deben seguir siendo válidas para los cristianos de hoy. Hay tres argumentos principales para esta posición. El primero es el contexto inmediato de los versos: Levítico 18 y 20 también prohíben el adulterio, el incesto y la bestialidad, lo cual sigue siendo considerado como pecado, por lo que la homosexualidad debería ser así. Sin embargo, a 3 versículos de distancia, en Levítico 18,19 se prohíbe las relaciones sexuales con la mujer durante su menstruación. A esto también se le llama “abominación” en el cierre del capítulo. Pero los cristianos no consideran esto como pecado, sino que es visto como un asunto limitado a la limpieza ceremonial de los antiguos israelitas. Todas las otras categorías de prohibiciones establecidas en los capítulos (el adulterio, el incesto y la bestialidad) se repiten varias veces durante el resto del Antiguo Testamento, tanto dentro de la ley como fuera de ella: en Éxodo, Números, Deuteronomio y Ezequiel. Pero las relaciones del mismo sexo entre hombre sólo aparecen en Levítico, rodeada de docenas de prohibiciones que los cristianos nunca han considerado aplicables.
Bueno… Si Levítico lo llama abominación, y si fue una abominación en ese tiempo, seguro que no puede ser cosa buena ahora. La palabra “abominación” se aplica a una gama muy amplia de las cosas en la Antigua Ley. Como comer mariscos en Levítico 11 y comer conejo o de cerdo en Deuteronomio 14. Eso también fue llamado abominación. Como acabo de decir, el sexo durante la menstruación de la mujer también se conoció como una abominación. En el Antiguo Testamento el término “abominación” se utiliza sobre todo para distinguir aquellas prácticas comunes en las naciones extranjeras con las que eran claramente israelitas. Esta es la razón por la cual Génesis 43,42 dice que para los egipcios comer con los hebreos sería una abominación para los egipcios. También por la cual Éxodo 8,26 dice para los egipcios sería una abominación que los israelitas hicieren sacrificios cerca del palacio del faraón. Claro que no hay nada malo con los sacrificios de los israelitas. El problema con estas dos prácticas es que se desdibujan las líneas entre las prácticas que son específicamente israelitas y las que son extranjeras. La palabra “abominación” en el Antiguo Testamento es culturalmente específica intencionalmente; define las diferencias religiosas y culturales entre Israel y otras naciones. Pero no es una declaración sobre lo que es intrínsecamente bueno o malo, correcto o incorrecto, y por eso muchas cosas del Antiguo Testamento han sido aceptadas por mucho tiempo en la vida y práctica Cristiana.
Eso está bien, pero la pena es la muerte; sin duda eso indica que el comportamiento en cuestión es especialmente malo y por eso debemos considerarlo como pecaminoso. Pero lo anterior pasa por alto la gravedad de todos los castigos de la Antigua Ley. Teniendo en cuenta las amenazas que enfrentaban los Israelitas como la hambruna, enfermedad, discordia interna y ataques de otras tribus, mantener el orden y la cohesión era de suma importancia para ellos, por lo que la mayor parte de los castigos del Antiguo Testamento nos parecerán muy duros. Una pareja que tuviera relaciones sexuales durante el período menstrual de la mujer era expulsada permanentemente de la comunidad. Si la hija de un sacerdote caía en la prostitución, ella era castigada en la hoguera. Cualquier persona que usara el nombre del Señor en vano, no sólo era amonestado, también era apedreado. Y todo aquel que desobedeciera a sus padres también era apedreado. Incluso algunas situaciones que no consideramos como cuestiones morales recibían la pena de muerte en el Antiguo Testamento. Según Éxodo 35,2 trabajar durante el día de reposo era una ofensa capital. Y en Ezequiel 18, la pena de muerte era aplicada a cualquier persona que cobrara intereses sobre un préstamo, y en el cierre del capítulo se llama a esto, también, una “abominación”. Que algo haya sido castigado con la pena de muerte en el Antiguo Testamento no es motivo suficiente para que los cristianos deban verla como algo pecaminoso. Hay demasiada variación para que ese sea un enfoque coherente y eficaz. Los cristianos durante casi dos milenios han visto los cientos de reglas y prohibiciones del Antiguo Testamento como cumplidas por Cristo y no hay argumentos suficientes para que Levítico 18,22 y 20,13 sean excepciones a esa regla.
Si tras una examinación detallada los tres pasajes del Antiguo Testamento no presentan argumentos contra las relaciones amorosas entre parejas gay Cristianas, ¿qué pasa con los tres pasajes del Nuevo Testamento? Aquellos que han estudiado este debate teológico sabrán que el más importante de los seis pasajes no se encuentra en el Antiguo Testamento, sino en el primer capítulo de la carta de Pablo a la iglesia en Roma: Romanos 1,26-27. Este es el versículo más importante por tres motivos: En primer lugar, está en el Nuevo Testamento, por lo que no se encuentra con los mismos problemas de contexto y aplicabilidad de Levítico. En segundo lugar, a diferencia de Levítico, habla de hombres y mujeres. Y en tercer lugar, aunque no es muy largo, los dos versículos consecutivos son la discusión más larga de cualquier forma de relación entre el mismo sexo en las Escrituras. Ya que estos dos versículos se encuentran dentro de un argumento complejo teológico sobre la idolatría, hablaré más tiempo de este pasaje que de cualquier otro.
Pablo comienza su carta en Romanos 1-3 describiendo la injusticia de toda la humanidad, tanto judíos como gentiles, y la necesidad universal de un salvador. Cerca del final de Romanos 3 está el famoso versículo: “Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios.” En Romanos 3,10 Pablo dice, “No hay un solo justo, ni siquiera uno.” Para sustentar su opinión, Pablo argumenta en el capítulo 2 que aunque los judíos tengan la Ley ellos no la siguen lo suficiente para ganarse la salvación por su cuenta. Pero en el capítulo 1 comienza describiendo la impiedad de la humanidad en general. Y en Romanos 1,18-32, Pablo escribe sobre la caída de los gentiles en la idolatría y las consecuencias de su rechazo de Dios. Él dice que ellos sabían la verdad de Dios, pero la rechazaron, cambiaron la verdad por una mentira y dieron culto a otras cosas en lugar que al Creador: Aves, animales, reptiles. Dios los dejó porque ellos le renunciaron. Él los dejó vivir sin Él. Ellos cayeron en vicios y pasiones. Entre las pasiones se incluía el sexo lujurioso entre el mismo sexo. En los versículos 26 y 27, leemos lo siguiente:
“Por tanto [en relación a su idolatría], Dios los entregó a pasiones vergonzosas. En efecto, las mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza. Así mismo los hombres dejaron las relaciones naturales con la mujer y se encendieron en pasiones lujuriosas los unos con los otros. Hombres con hombres cometieron actos indecentes, y en sí mismos recibieron el castigo que merecía su perversión.”
Pareciera que el caso está finalmente cerrado. A pesar de que los versículos de Levítico no se aplican a los cristianos, aquí tenemos a Pablo en el Nuevo Testamento enseñando claramente la inadmisibilidad y pecaminosidad de las relaciones entre el mismo sexo. Y a pesar de que sólo habla de las conductas lujuriosas, y no de las relaciones de amor, él llama antinaturales a las uniones del mismo sexo. Están fuera del diseño natural, exclusivamente heterosexual, establecido por Dios en Génesis 1 y 2. Así que incluso si una relación del mismo sexo es amorosa y comprometida, todavía es pecaminosa. Esa es la interpretación tradicional de Romanos 1,26-27.
¿Qué tan sólida es esa interpretación? Este pasaje nos obliga a rechazar la posibilidad de relaciones amorosas entre la gente gay, y si es así, ¿cómo puede esa posición tener sentido, teniendo en cuenta los problemas que he descrito antes? ¿Era la intención de Pablo enseñar que Dios desea que la gente gay deban estar solas durante toda su vida, debido a que su orientación sexual está arruinada y fuera del diseño natural que Él creó?
La manera que comprendemos este pasaje depende en gran parte de cómo definimos los términos “natural” y “antinatural.” La mayoría de los que sostienen la interpretación tradicional suponen que los términos se refieren a Génesis 1 y 2 y que su objetivo es definir la heterosexualidad como el diseño natural de Dios, y la homosexualidad como una distorsión antinatural de su diseño. Pero una vez más, un examen más detallado no soporta esta interpretación. Para entender lo que Pablo quiso decir con el uso de estos términos, tenemos que considerar dos cosas. En primer lugar, para entender la función del término “naturaleza” en el versículo debemos mirarlo desde un contexto más amplio. Y en segundo lugar, tenemos que ver cómo Pablo utiliza estos términos en sus otras cartas y la forma en que fueron comúnmente aplicados a la conducta sexual, en particular en el mundo antiguo.
Primero, el contexto del pasaje. En 1,18-32, Pablo está haciendo un argumento más amplio acerca de la idolatría, y ese argumento tiene una lógica muy precisa. La razón, dice en los versículos 18-20, que las acciones de los idólatras son censurables es porque ellos conocían a Dios. Ellos comenzaron con el conocimiento de Dios, pero optaron por rechazarlo. Pablo escribió: “Lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa.” Los idólatras no tienen excusa por que conocían la verdad, comenzaron con la verdad, pero la rechazaron. Las declaraciones posteriores de Pablo acerca del comportamiento sexual siguieron el mismo patrón. Las mujeres, dice, “intercambiaron” las relaciones naturales por las antinaturales. Y los hombres “abandonaron” las relaciones con las mujeres y cometieron actos vergonzosos con otros hombres. Tanto los hombres como las mujeres comenzaron con la heterosexualidad, a la que se encontraban naturalmente dispuestos de la misma manera a la que se encontraban naturalmente dispuestos al conocimiento de Dios, pero rechazaron sus inclinaciones originales y naturales por otras que eran antinaturales: Para ellos, las relaciones entre el mismo sexo. El argumento de Pablo sobre la idolatría requiere que haya un intercambio; la razón, dice él, es que los idólatras son culpables por que primero conocieron a Dios y luego lo intercambiaron por ídolos. La referencia de Pablo al comportamiento del mismo sexo está destinada a ilustrar el gran pecado de la idolatría. Pero para que esta analogía tenga alguna fuerza, para que tenga sentido con su argumento, las personas que el describe deben comenzar naturalmente con relaciones heterosexuales y luego abandonarlas. Y así es exactamente como él las describe.
Pero eso no es de lo que estamos hablando. Las personas gay tienen una orientación natural y permanente hacia el mismo sexo; no es algo que escogen y no es algo que ellos puedan cambiar. No están abandonando o rechazando la heterosexualidad, para empezar; esa nunca fue una opción para ellos. Y si se aplica a las personas homosexuales, el argumento de Pablo aquí en realidad debería funcionar en la otra dirección: Si el punto de este pasaje es reprender a aquellos que han rechazado su verdadera naturaleza, ya sea religiosa cuando se trata de la idolatría o sexual, entonces así como los que son naturalmente heterosexuales no deben estar con los del mismo sexo, los que tienen una orientación natural hacia el mismo sexo no deben estar con el sexo opuesto. Para ellos, eso sería intercambiar de la misma manera “lo natural por lo antinatural.” Tenemos naturalezas diferentes cuando se trata de la orientación sexual.
¿Es este sólo un argumento ingenioso sin fundamentos en el contexto histórico del mundo de Pablo y por lo tanto produce una interpretación diferente a la que él quiso originalmente? Después de todo, el concepto de orientación sexual es muy reciente; se desarrolló en el siglo pasado y llegó a ser ampliamente entendido en las últimas décadas. Entonces ¿cómo podemos tomar nuestras categorías y entendimientos modernos para usarlos para interpretar un texto tan lejano? Pero esa distancia es precisamente el punto. En el mundo antiguo, la homosexualidad fue considerada, no como una orientación sexual diferente o algo inherente a una minoría, pero como un exceso de lujuria o pasión a la que cualquier persona podría ser propensa si se dejaba llevar demasiado. Lo ilustraré con un par de citas. Dión Crisóstomo, un reconocido filósofo griego del Siglo I, escribió:
“El hombre cuyo apetito es insaciable en estas cosas [refiriéndose a las relaciones heterosexuales]… despreciará la facilidad de conquistar el amor de una mujer, lo considerará muy fácil de obtener… y continuará sus acosos en las habitaciones de los hombres… pensando que encontrará un tipo de placer difícil de conseguir.”
Un escritor cristiano del siglo IV dijo de la conducta del mismo sexo: “Usted verá que todo este deseo se deriva de una codicia que no permanece dentro de sus límites habituales.” El abandono de las relaciones heterosexuales por lujuria hacia el mismo sexo era comparado con la gula al comer y beber. La sexualidad era vista como un espectro, en el que las relaciones con el sexo opuesto eran el producto de un deseo “moderado” y las relaciones con el mismo sexo un producto de una cantidad excesiva de deseo. La orientación personal no tenía nada que ver con ello. Pero dentro de este marco, como dije, las relaciones entre el mismo sexo eran asociadas con los límites del exceso de lujuria, y por eso Pablo las menciona en Romanos 1. Su propósito fue mostrar que los idólatras se entregaron a las pasiones desenfrenadas y lo ilustra con una escena de caos y exceso sexual. Y eso es completamente coherente con la forma en que las relaciones del mismo sexo eran descritas comúnmente en ese tiempo. La única razón que ayuda a Pablo ilustrar el caos sexual general al referirse a los comportamientos entre el mismo sexo, es que las personas que describía comenzaron con relaciones heterosexuales y luego, en una explosión de lujuria, las abandonaron, intercambiándolas por otra cosa.
También es muy importante que Pablo sólo habló de conductas lujuriosas y casuales. No dijo nada sobre personas enamoradas, comprometiéndose por vida y formando una familia juntos. Nunca se nos ocurriría leer un pasaje en las Escrituras acerca de lujuria y promiscuidad heterosexual para luego condenar todos los matrimonios de cristianos heterosexuales. Hay una enorme diferencia entre la lujuria y el amor cuando se trata de nuestra sexualidad, entre las relaciones casuales y las comprometidas, entre la promiscuidad y la monogamia. Esta diferencia siempre ha sido considerada primordial en la enseñanza cristiana de la ética sexual a los cristianos heterosexuales. ¿Por qué no consideramos primordial esa diferencia para los cristianos gay? ¿Cómo podemos tomar un pasaje acerca de la lujuria y promiscuidad del mismo sexo para condenar todas las relaciones amorosas que podrían surgir entre los gay? Ese es un estándar muy diferente al que se le aplica a las personas heterosexuales.
Y de nuevo, el argumento primordial usado para sostener las normas diferentes, es que Pablo no condenó únicamente la lujuria entre el mismo sexo, sino también llamó los deseos del mismo sexo “vergonzosos” y a las uniones del mismo sexo “antinaturales.” Ya expliqué por qué el uso del término “antinatural” por parte de Pablo requiere el rechazo voluntario de los idólatras hacia sus deseos heterosexuales. Y así es como funciona el término dentro del pasaje, reflejando el cambio de los idólatras de Dios por ídolos. Pero antes de dejar este pasaje, tenemos que considerar cómo Pablo utilizó estos términos en sus otras cartas y cómo los términos “natural” y “antinatural” eran aplicados a las conductas sexuales de su tiempo.
Una de las referencias más significativas de Pablo a la “naturaleza” fuera de Romanos 1 se presenta en 1ª Corintios 11. Allí, en los versículos 13-15, escribe:
“Juzguen ustedes mismos: ¿Es apropiado que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza? ¿No les enseña el mismo orden natural de las cosas que es una vergüenza para el hombre dejarse crecer el cabello, mientras que es una gloria para la mujer llevar cabello largo?”
Este en realidad es el pasaje más similar a Romanos 1,26-27 en el Nuevo Testamento, porque Pablo no sólo se refiere a la “naturaleza,” sino también habla del concepto de “desgracia,” que es el mismo término que se traduce como “vergonzosa” en Romanos 1. Pero la forma en que interpretamos estos términos en 1ª Corintios 11 es muy diferente a como la interpretación tradicional quiere leerlos en Romanos 1. Uno de los significados más comunes de la palabra griega que significa “naturaleza” es “costumbre,” y así es como los cristianos hoy en día comúnmente interpretan este pasaje en 1ª Corintios. Y la mención de “desgracia” o “vergüenza” se refiere específicamente a lo que es vergonzoso según ciertas costumbres. Entonces la manera como leemos a Pablo en 1ª Corintios es así: “¿No dictan las costumbres de nuestra sociedad que es vergonzoso que un hombre tenga el cabello largo, pero que para una mujer es honorable?” Esta lectura se alinea con las antiguas actitudes mediterráneas sobre el género y la longitud del cabello, y tiene mucho más sentido que la idea que los procesos biológicos llevan a los hombres a tener pelo corto. Por “naturaleza,” crecería largo.
Repitiendo, el pasaje sobre la longitud del cabello en 1ª Corintios es el más similar de los escritos de Pablo al pasaje de la conducta sexual en Romanos 1. Así que si entendemos las menciones de Pablo sobre la “naturaleza” y “desgracia” como relacionadas a las costumbres, ¿por qué no hacemos lo mismo en Romanos 1? De hecho, a diferencia de la interpretación tradicional, este enfoque sería coherente con la manera en que los términos “natural” y “antinatural” eran utilizados en relación a la conducta sexual por los antiguos griegos y romanos. En aquellas sociedades patriarcales, en las que la mujer era considerada como inferior a los hombres, la mayor distinción que hacían al discutir la conducta sexual no era la orientación, mas bien, la función activa o pasiva. Los griegos y romanos, junto con las otras sociedades de los tiempos bíblicos, creían que el rol natural y tradicional del hombre era ser activo en las relaciones sexuales, mientras que el de la mujer era ser pasivo. Cuando cualquiera de esos roles se invertía, cuando un hombre era pasivo o una mujer activa, se etiquetaba el comportamiento como vergonzoso y “antinatural” en el sentido que violaba los roles tradicionales de género. Por eso es que comúnmente llamaban a las uniones entre el mismo sexo “antinaturales.” Pero al igual que las actitudes de los griegos y romanos sobre la longitud apropiada del cabello, sus puntos de vista sobre los roles de género son específicos a esas culturas patriarcales. En ambos casos, Pablo meramente usaba los términos que habían ganado amplia aceptación para describir las cosas en las sociedades a las que se dirigía. Y usa el término “naturaleza” en Romanos 1, de la misma manera que lo hace en 1 Corintios 11. Así que si vamos a ser coherentes e históricamente exactos en nuestra interpretación bíblica, tenemos que reconocer para Romanos 1 lo que reconocemos de 1ª Corintios 11: el término “naturaleza” se refiere a la costumbre social, no al orden biológico, y es un término culturalmente específico.
Los dos versículos restantes están menos involucrados que los demás, por lo que tomaré menos tiempo con ellos. Son 1 Corintios 6,9 y 1 Timoteo 1,10. En ellos el debate se centra en la traducción de dos términos griegos. En 1 Corintios 6,9-10, Pablo advierte a aquellos que no heredarán el reino de Dios. Y luego lista 10 tipos diferentes de personas que no heredarán el reino. Debido a que esta disputa es sobre la traducción, comenzaré con la versión King James de este pasaje, que fue publicada hace más de 400 años y precede a esta controversia moderna. [N.de.T: Para la traducción española se ha utilizado Reina Valera del Siglo XVII] Dice así:
“¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No erréis, que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los robadores, heredarán el reino de Dios.
Las palabras clave en este debate son las palabras traducidas como “afeminados” y “los que se echan con varones.” Estas traducciones un tanto ambiguas de la versión King James son coherentes con como las palabras se han traducido al inglés por cientos de años: un tipo de inmoralidad o abuso, pero nunca se especificó de qué tipo. Esto cambió a mediados del siglo pasado, cuando algunos traductores de la Biblia comenzaron a conectar estos términos directamente con la homosexualidad. La primera aparición de este cambio se produjo en 1946, cuando una traducción de la Biblia simplemente señaló que los “homosexuales” no heredarán el reino de Dios. Algunas décadas más tarde, después que la distinción entre la orientación sexual y el comportamiento sexual llegara a ser más ampliamente entendida, esto fue cambiado para decir que únicamente los “homosexuales practicantes” no heredarán el reino de dios. Sin embargo, estos términos y conceptos relacionados con la orientación sexual son completamente ajenos al mundo bíblico. Ni el griego, el lenguaje del Nuevo Testamento, ni hebreo, la lengua del Antiguo Testamento, ni latín, la lengua de las primeras traducciones cristianas de la Biblia, tenían una palabra que significara o correspondiera a la palabra en inglés “gay.” El concepto de la orientación sexual y en particular de la orientación hacia el mismo sexo no existía en el mundo antiguo. El término Inglés “homosexual” no fue acuñado hasta el fin del siglo XIX. Y así, las traducciones de estas palabras que sugieren que Pablo estaba usando estos conceptos y categorías distintamente modernos son altamente sospechosas. Hoy en día, muchas traducciones de la Biblia, pero no todas, vinculan estos términos de alguna manera con la homosexualidad, traduciéndolos como “los hombres que practican la homosexualidad,” “hombres que tienen sexo con hombres” o “prostitutos.” ¿Cuál es la base de este cambio en la traducción?
La palabra traducida como “los que se echan con la humanidad” [N del T: “los que se echan con varones” en Reina Valera Antigua] en la versión King James es una palabra compuesta. En griego es “arsenokoites,” “arsen,” que significa “hombre” y “koites” que significa “cama,” generalmente con una connotación sexual. El argumento es que determinamos el significado de este término con su etimología: “hombre” y “cama” en su forma plural debe entonces referirse a los hombres que se acuestan con otros hombres. Pero hay varios problemas con este enfoque. En primer lugar, simplemente mirar los componentes de la palabra no nos dice su significado. En inglés hay muchas palabras en las que este enfoque sería un fracaso: Por ejemplo, las palabras “understand” [entender], “butterfly” [mariposa] y “honeymoon” [luna de miel]. Los componentes “miel” y “luna” en realidad no nos dicen nada acerca de lo que esta palabra significa. Para entender lo que significa una palabra, se debe considerar cómo se utiliza en su contexto. El problema con la palabra “los que se echan con varones,” “arsenokoites,” es que se usaba muy raramente en griego antiguo. De hecho, el uso de ella por Pablo en 1 Corintios es el primer uso de esa palabra registrado en cualquier lugar. Y después de Pablo, los pocos lugares en los que aparece tienden a ser listas de vicios generales, que no son los más útiles de los contextos. Afortunadamente, muchas de esas listas son agrupadas por categoría y esta palabra griega aparece constantemente más en los pecados de naturaleza fundamentalmente económica que en los de naturaleza fundamentalmente sexual. Ese y algunos otros datos contextuales indican que el término se refería a algún tipo de explotación económica a través de medios sexuales. Esto podría haber involucrado formas de comportamiento entre el mismo sexo, pero de maneras coercitivas y explotadoras. No hay apoyo contextual que vincule este término a las relaciones amorosas y fieles.
La otra palabra discutida en este pasaje, traducida como “afeminado” en King James y Reina Valera Antigua, es “malakos” en griego. Esta era una palabra muy común en griego antiguo, y literalmente significa “suave.” Fue utilizado como un insulto en una amplia variedad de contextos, para referirse a aquellos que eran considerados de carácter débil, cobardes o perezosos. Esas carencias, sobre todo, eran asociadas a las mujeres en la antigüedad, por lo que se tradujo como “afeminado.” En un contexto específicamente sexual, la palabra era usada para describir el libertinaje y el desenfreno pero no era limitada a ningún tipo de relación en particular. Algunas veces se llamaba de esa manera a los hombres que tomaban un rol pasivo en las relaciones sexuales, lo cual fue la base sobre la que se basa la conexión con la homosexualidad de las traducciones modernas. Sin embargo, muchas personas fueron llamadas con este término por muchos motivos diferentes, la mayoría ni siquiera de manera sexual, y la mayoría de menciones por motivos sexuales se referían a relaciones entre hombres y mujeres. No hay una base válida para escoger esa razón de las docenas de razones que Pablo podría haber tenido en mente. Sería más fiel al texto volver a la ambigüedad que prevaleció por más de 1,900 años de la traducción. La idea que Pablo está individualizando a las personas gay y diciendo que ellos no heredaran el reino de Dios no se sostiene bajo escrutinio.
En el pasaje final de 1ª Timoteo 1,10, la primera palabra, “los que se echan con varones,” vuelve a aparecer en la lista de personas que están contra la ley según Pablo. En este caso, la traducción es “los que se deshonran con hombres” [N. de. T: Tomado de King James] Sus problemas de traducción y debates son los mismos que los de 1ª Corintios. Una vez más, la inferencia más fuerte que se puede extraer de los otros usos del término es que se refiere a la explotación económica a través de la coerción sexual, posiblemente con actividad homosexual, pero de un tipo diferente de la que estamos hablando.
Así que estos son nuestros seis pasajes, los seis versículos en la Biblia que se refieren de alguna manera a las relaciones entre el mismo sexo. Y, de hecho, todas son negativas. Pero ese argumento no es concluyente. En la Biblia la mayoría de las referencias a la conducta sexual en general y al comportamiento heterosexual son negativas. Eso no es porque la sexualidad sea algo malo, sino porque la mayor parte de las referencias en las Escrituras son a la lujuria, excesos, infidelidad, promiscuidad, violación o violencia. Y sí, la Biblia también contiene afirmaciones positivas a las relaciones con el sexo opuesto, además de los cientos de versículos negativos acerca de algunas de sus formas. Y no contiene declaraciones positivas explícitas acerca de las relaciones homosexuales. Pero tampoco habla mucho de cualquier tipo de relaciones entre el mismo sexo y las pocas referencias que hay son en contextos completamente diferentes a las relaciones amorosas. En Génesis 19 hay una referencia a las violaciones sexuales colectivas. En 1ª Corintios 6 y 1ª Timoteo 1, hay una referencia a lo que parece ser la explotación sexual. En Romanos 1, Pablo se refiere al comportamiento lujurioso entre el mismo sexo como parte de una ilustración general del caos y exceso sexual. Y a pesar que él llama a este comportamiento “antinatural,” él utiliza el término en el sentido de roles de género “antitradicionales,” de la misma manera que describe el pelo largo en los hombres como “antinatural.” El único lugar en las Escrituras donde se prohíben las relaciones entre hombres es en Levítico, que se presenta en el contexto de las leyes del Antiguo Testamento que nunca aplicaron a los cristianos.
La Biblia no menciona directamente y sin duda no condena las relaciones amorosas y comprometidas entre el mismo sexo. No hay enseñanza bíblica sobre la orientación sexual, ni hay un llamado al celibato para la gente gay. Pero la Biblia claramente rechaza la soledad forzada al expresar la voluntad divina para los seres humanos, no solo en el Antiguo Testamento, cuando Dios dice que “no es bueno que el hombre esté solo,” sino también en el Nuevo Testamento. En 1 Corintios 7, Pablo escribe sobre el matrimonio y el celibato. Él era célibe y menciona que desea que todo el mundo pudiese ser célibe también. Pero dice que cada persona tiene su propio don. Para Pablo, el celibato es un don espiritual, uno que él se da cuenta que muchos cristianos no tienen. Sin embargo, debido a que muchos de ellos carecen del don del celibato, Pablo señala que la inmoralidad sexual crecía desenfrenadamente. Y prescribe el matrimonio a los cristianos que no tienen el don del celibato como un remedio o protección contra el pecado sexual. “Es preferible casarse que quemarse de pasión,” dice. Ahora, la gran mayoría de cristianos no sienten el don del celibato o la llamada al mismo. Esto es cierto tanto para los cristianos heterosexuales y homosexuales. Y si el remedio contra el pecado sexual para los cristianos heterosexuales es el matrimonio, ¿por qué los cristianos gay no pueden tener el mismo remedio?
Los argumentos y debates que tenemos sobre el matrimonio gay, tanto en la iglesia como en la sociedad civil, tienden a perderse en abstracciones. ¿Es correcto que un hombre se case con otro hombre? ¿O que una mujer se case con otra mujer? Bueno, no me parece justo. No es así como Dios nos diseñó. Él hizo a los hombres para las mujeres, y a las mujeres para los hombres. Ese es su diseño, su definición de matrimonio, y eso nosotros no lo debemos manipular o cambiar. Sin embargo, estos argumentos son siempre hechos por personas heterosexuales, que siempre han encajado, que no han soportado años de tormento interno y agonía por que tienen una orientación sexual diferente a sus amigos, a la de sus padres o al resto de personas del mundo. Pero esas personas, las personas homosexuales, son tan hijos de Dios y tan parte de su creación como los demás. Es algo terriblemente impropio de los cristianos heterosexuales que insistan que los cristianos homosexuales son inferiores a ellos, o son defectuosos, o que solo existen por causa de la caída, o que Dios en realidad quiso hacer a todos heterosexuales como ellos. Pero saben: yo también soy parte de la creación, incluyendo mi orientación sexual. Soy parte del diseño de Dios. Eso es lo primero que aprendí cuando asistía a la escuela dominical, que Dios me creo, que Dios me ama, que soy un hijo amado de Dios, ni más ni menos valioso que cualquier otra persona. Amo a Dios. Amo a Jesús. En verdad. Pero eso no quiere decir que tengo que odiarme a mí mismo, o revolcarme en la autocompasión, miseria y desprecio por el resto de mi vida. Dios no me creó para eso.
Nuestra discusión de este tema, de la “cuestión gay,” no puede llevarse a cabo en el reino de las abstracciones, de las reflexiones del deseo ideal ni de los roles de género, como si la gente gay no existiera. Jesús dio un énfasis especial a aquellos que los demás ignoraban, a los marginados y a las minorías maltratadas. Y si estamos trabajando para emular la vida de Cristo, en eso es en lo que nos debemos enfocar. Romanos 12 nos dice que nos “honremos mutuamente,” que nos “alegremos con los que están alegres” y “lloremos con los que lloran.” Hebreos 13,3 dice “Acuérdense de los maltratados, como si fueran ustedes mismos los que sufren.” ¿Qué tanto ha absorbido, no sólo la existencia de los gay y lesbianas cristianos, pero la profundidad del dolor que sus propias hermanas y hermanos les han causado? ¿Les hace llorar ese dolor como si fuera el suyo?
¿Qué tan consientes están de las maneras en que podrías estar contribuyendo al sufrimiento y dolor de las vidas de las personas gay? Todavía es común escuchar a los cristianos decir: “Sí, yo creo que la homosexualidad es un pecado, pero no me culpes, sólo estoy leyendo la Biblia. Eso es exactamente lo que dice.” Bueno, en primer lugar, no, no sólo estás leyendo la Biblia. Estás tomando unos versículos fuera del contexto y extrayendo de ellos una condena absoluta que nunca fue su intención. Pero también estás golpeando el núcleo mismo de otro ser humano, destripando su sentido de dignidad y autoestima. Estás reforzando el mensaje que las personas gay han escuchado por siglos: Siempre vas a estar solo. Vienes de una familia, pero nunca podrás formar la tuya. Eres singularmente indigno de amar y ser amado por otra persona, porque eres diferente, porque eres gay.
Ser diferente no es un crimen. Ser gay no es pecado. Y que una persona gay desee y busque el amor, matrimonio y familia no es más egoísta o pecaminoso que cuando un heterosexual desea y busca las mismas cosas. El Cantar de los Cantares nos dice que el día de la boda del rey Salomón fue “el día que su corazón se alegró.” Negar a una pequeña minoría, no solo el día del matrimonio, pero una vida entera de amor y compromiso y familia es causarles a ellos un nivel devastador de dolor y angustia. No hay nada en la Biblia que indique que los cristianos están llamados a perpetuar ese tipo de dolor en la vida de los otros en lugar de aliviarlo, especialmente cuando es un problema tan fácil de arreglar. Todo lo que necesita es aceptación. La Biblia no se opone a la aceptación de los cristianos homosexuales y a la posibilidad que ellos tengan relaciones sentimentales amorosas. Y si tú te sientes incómodo con la idea que dos hombres o mujeres se amen, si estás empecinado contra la idea, entonces te pido que mires las cosas de manera diferente por mi bien, incluso si eso te hace sentir incómodo. Quiero que te preguntes esto: ¿Qué tanto te importa tu familia? ¿Cuánto amas a tu pareja? ¿Cuánto lucharías por ellos si supieras que están en peligro? Así es cuánto te debería importar, y cuán tenazmente deberías luchar por las mismas cosas en mi vida, porque así es como me importan a mí. Los gay deben ser una parte valiosa de nuestras familias y comunidades, y la verdadera respuesta cristiana a ellos debe ser la aceptación, el apoyo y el amor. Muchas gracias, y gracias a todos y todas por venir esta noche."
El Proyecto Reforma
Libros sobre el tema de la biblia y la homosexualidad
Arriesgando la gracia: Amando a nuestros familiares y amigos gais como lo haría Jesús (Spanish Edition) David Jackson
Cambiando nuestra mente: Traducción en español de la 3ra edición final en inglés del llamado histórico a la inclusión de los cristianos LGBTQ con respuestas a las críticas. (Spanish Edition) David P Gushee.
Atravesando el cañón sin puente: Reparando la Brecha entra la iglesia y la Comunidad LGBTQ (Spanish Edition) Kathy Baldock
God and the Gay Christian: The Biblical Case in Support of Same-Sex Relationships Paperback – Matthew Vines in English only.
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